¿Cuántas veces al pasar los
días nos preguntamos por nuestra relación diaria con el Señor…? ¿cómo nos sentimos
cuando hemos pasado varios días seguidos sin buscarle o buscándole, más o menos
llenos o vacios de su presencia?, ¿cuántas veces no le hemos dedicado tiempo,
hemos puesto otras prioridades o nos hemos justificado con responsabilidades
que nos han quitado las fuerzas o el tiempo dejando para lo último ese momento
devocional con nuestro Padre?. ¿Cuánta pereza o cuanta diligencia tenemos?.
Cuando logramos tener este tiempo con Dios pero es lo último del día ¿cómo ha
sido?, ¿hemos llegado a la cama y hemos podido leer alguna porción de la Palabra?,
¿mucho, poco?, ¿lo hemos entendido…? ¿Cuánto tiempo hemos dedicado a orar… como
ha sido esta oración…?.
Nos hacemos muchas preguntas
acerca de la “cantidad” cuando hablamos de nuestro devocional con Dios: cuando
responderá, cuanto tendré que orar, cuantas veces por ese tema que me preocupa,
cuánto tiempo le he dedicado, cuan importantes son todas las responsabilidad
del día en comparación al tiempo con Él, cuantos días he pasado sin orar o leer
la Palabra, como de grandes son las bendiciones que espero, Dios ocupa toda mi
vida, solo parte, o una parte pequeña…
Quizás tengas a diario y
durante un buen tiempo ese momento en que oras y lees la Biblia en total
tranquilidad hasta que encuentras en la Palabra Su Voluntad, oras hasta pedir,
agradecer y confesar todos los motivos de tu lista de oración… y esto es maravilloso.
Normalmente, cuando las cosas van bien nos solemos olvidar del cuidado de
nuestro Padre cuando en otros momentos difíciles pedimos de Su atención, el
trabajo o las rutinas diarias nos dejan sin aliento y al final del día no
tenemos más fuerzas que las justas para ponernos el pijama y dormir… y en la
mañana desde muy temprano empezamos el día para afrontar todas ellas deprisa y
corriendo. Siempre encontramos justificación, siempre encontramos nuestra justa
medida para “vendernos” nuestra falta de compromiso con Dios. ¿Suele ser así?
Ahora vamos a hablar de esto,
de “cantidad”, de “calidad”, de “tiempos”, del “cuando” y de las
“circunstancias” que nos apartan. Y de como Dios nos da su provisión diaria y
que nos pide a nosotros.
Vamos a leer en nuestras Biblias Éxodo 16:1-36
Cuando nos encontramos en una situación difícil recurrimos a
Dios y pedimos su ayuda, Él nos la da pero la gran mayoría de las veces no
entendemos cómo vamos a recibirla porque sus maneras no son iguales a las
nuestras a la hora de resolver un problema. Así se encontraba el pueblo de
Israel (versículos 1 al 4), que recién salido de su periodo de 400 años de
esclavitud pasa hambre en el desierto y se queja por la falta de comida.
El Señor manda el maná del cielo a su pueblo como respuesta a
sus quejas, que no eran peticiones, eran directamente quejas… después de la
liberación ¿? (versículo 4). Es importante ver la expresión “para ver si andan
en mi ley”. Es como si actualmente nosotros ponemos en oración un tema delante
de Dios y Él nos dice: “Te voy a dar todos los días dirección y lo haré para
ver si realmente la buscas, si andas fielmente en mis caminos”. ¿Leemos y
oramos todos los días buscando de corazón la Voluntad de Dios?
En la tarde sabréis que Jehová os saco de Egipto y por la
mañana veréis la gloria de Dios (versículos 6 y 7). Acaso no es cierto que si
por las mañanas temprano buscamos del Señor y “vemos su gloría” en oración y
adoración, ¿no sabemos a lo largo del día por diversas circunstancias (buenas o
malas) que el Señor está con nosotros?. ¿Asimilamos igual en nuestro corazón y
en nuestra mente los sucesos que nos acontecen?. A veces podremos ver la
dirección del Padre enseñándonos paciencia y amor en un momento de tensión
laboral, por ejemplo si nuestro día lo pusimos en Sus manos, o, lo podremos
interpretar como una prueba difícil que nos agobia si nos hemos olvidado de
buscarle a Él primeramente…
Pan (el maná se podría describir como una especie de pan) por
la mañana y carne por la tarde. El pan es un alimento liviano, fácil de
digerir, agradable al gusto… y después del descanso de muchas horas por la
noche nuestro estómago asimila fácilmente un pedazo de pan. Al igual con
nuestra mente, más despejada y libre puede asimilar mejor la enseñanza que Él
nos da al despertar y a lo largo del día llegará a nuestra cotidianidad el
alimento pesado, la carne, con sus circunstancias, más difícil de digerir pero
que nos aporta más energía para seguir adelante. El pueblo de Israel salió de
Egipto con ganado así que carne tenían, aún así Dios les bendijo con codornices
(versículo 13)… Si nuestro primer alimento es un devocional de mana por las
mañanas, a lo largo del día lo podremos acompañar de la carne de la oración, la
lectura y el apoyo de los hermanos para tener energías espirituales que ayudan
a combatir al enemigo.
En los versículos del 14 al 18, Dios les da instrucciones
precisas al pueblo sobre la cantidad que deben recoger y cada uno recogía según
sus circunstancias familiares. Así también nosotros rogamos cada día por
nuestra familia, por nuestra vida, por nuestros problemas, y además damos
gracias, nos acordamos de nuestros hermanos y amigos… y nuestro Padre, ¿Qué nos
devuelve?, la bendición y respuestas exactas a todo ello, ni más ni menos, la
exacta medida. En ocasiones pedimos más, o creemos que necesitamos más (o
impaciencia por los tiempos de espera de las oraciones) y no solo para nosotros
sino también para otras personas. Dios, sin embargo, en Su sabiduría aporta a
cada uno lo que necesita según sus circunstancias y no debemos preocuparnos por
si nos pudiera parecer escasa o tardía la bendición. No debemos preocuparnos
por el mañana, los israelitas que recogieron más de la cuenta vieron como su
maná se corrompía y apestaba… esta situación es la que a veces nosotros mismos
nos generamos cuando cargamos con los problemas y preocupaciones hasta el día
siguiente o para varias semanas, meses o años después… nuestro espíritu y
ánimos se corrompen por causa de la preocupación, nuestro optimismo decae y las
ganas de buscarle a Él disminuyen. Procuremos tener en cada día la provisión de
maná que Dios nos da y confiar plenamente en Él mirando al mañana y
agradeciendo en el ayer como lo hizo y sabiendo que Él hará.
El día de antes al del día de reposo deberían recoger doble
ración para no tener que recoger en el día de reposo (versículos 22 al 26).
Este día era de consagración a Dios (plena atención y dedicación a Él). ¿Cómo
suele ser para nosotros un sábado (día de antes al domingo, día de
consagración)?. Por el hecho de no tener que trabajar (normalmente) y quizás
tener más horas de descanso, menos actividades y responsabilidades menores,
¿aprovechamos para tener una doble ración de maná?, ¿buscamos más del Señor en
previsión para estar mejor preparados y vivir un domingo más pleno?. Preparados
física (descanso) y espiritualmente (oración y meditación) para el domingo.
Seguro que la gran mayoría lo aprovechamos para nuestro único y particular
recreo y el domingo lo dejamos para el Señor, si bien no tenemos en cuenta
otros tipos de ajetreos de este último día de la semana (compromisos familiares
sobre todo…). Quizás deberíamos acercarnos más a Dios en sábado para que Él se
pudiera acercar plenamente a nosotros el domingo… el doble de maná que otros
días…
Nos ocurre que llegamos el domingo al culto queriendo recibir
de Dios y trayendo a Él nuestras almas angustiadas y nuestros cuerpos cansados…
y parece que el Espíritu Santo ha huido de nosotros porque no sentimos nada e
incluso ni la predicación ni la alabanza nos dieron algo de consuelo. Así
ciertos israelitas salieron a recoger el día de reposo y no encontraron nada…
porque no guardaron el día anterior y
Dios se molesto “¿hasta cuándo guardareis mis mandamientos?” (Versículos del 27
al 30). Procuremos tomar nuestro maná diario y recibir de Él todos los días de
la semana, y cuando estemos libres (sábados), busquémoslo más, llegando al domingo,
el día de consagración (dedicación) para dárselo plenamente a Él y no tener
necesidad de salir a buscar, sino más bien salir para dar, para dárselo todo a
nuestro Dios. Nuestra alegría, gozo, paz, agradecimientos, alabanza, adoración,
oración, nuestros cuerpos y mentes más descansados, y que sea un día de
completo descanso y dedicación en Él.
Dios ordena que se guarde una ración de maná para que las
sucesivas generaciones vieran cómo y con qué Dios alimento al pueblo durante
los 40 años de peregrinaje (versículos 31 al 34). Todos los días, en nuestro
estudio de la Palabra, en nuestras oraciones de intercesión y en las
experiencias que vivimos buscando y haciendo Su voluntad estamos guardando maná
en forma de madurez como hijos de Dios que pasan de comer leche a comer carne
poco a poco, para que el mundo, nuestros familiares y amigos, nuestros hermanos
en la fe y Dios mismo vean como nuestro Padre nos guarda y nos cuida, como
podemos bendecirlos a ellos también, usándonos Dios más plenamente. No
descuidemos nuestro maná diario porque estaremos descuidando nuestro ejemplo y
consejo a nuestros hijos, estaremos descuidando nuestro crecimiento, no
llegando a la altura que Jesús quiere de nosotros (propósitos) y descuidando
nuestra salud pues cuanto peor es la alimentación, peor es nuestra resistencia
a la enfermedad, a las tentaciones y pruebas de la vida. Y el “león rugiente
anda buscando a quien devorar”, y le da igual comerse a un cristiano escuálido
que no se alimenta de la Palabra a diario que a uno sobre alimentado de las
comodidades del mundo que no necesita maná. Pero aquél que en su justa medida
come de la palabra todos los días y se nutre de las oraciones podrá ver como el
Espíritu de Dios habita en él y hace huir al diablo.
Sólo para terminar recordaros que el pan de vida es Jesús, Él
puede satisfacer todas nuestras necesidades, si están de acuerdo a Su voluntad
y no son interesadas o egoístas. Y siempre y cuando nuestra aptitud sea de
compromiso esforzado y sincero en buscarle al pedir nuestro pedazo de maná
diario… Dios cumplirá Su propósito en cada uno y os dará una vida plena en Sus
caminos.
Muchas bendiciones.
Amén.
Éxodo 16:1-36 (Reina-Valera 1995) Reina-Valera 1995 (RVR1995)
DIOS DA EL MANÁ
16 Partió luego
de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y llegó al desierto de
Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después de
su salida de la tierra de Egipto. 2 En el desierto, toda la congregación de los
hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón. 3 Los hijos de Israel les
decían:
—Ojalá
hubiéramos muerto a manos de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos
sentábamos ante las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos, pues
nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.
4 Jehová dijo a
Moisés:
—Mira, yo os
haré llover pan del cielo. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción
de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no. 5 Pero en el sexto
día se prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día.
6 Entonces
dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel:
—En la tarde
sabréis que Jehová os ha sacado de la tierra de Egipto, 7 y por la mañana
veréis la gloria de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones contra
Jehová; pues ¿qué somos nosotros para que murmuréis contra nosotros?
8 Y Moisés
añadió:
—Jehová os dará
por la tarde carne para comer, y por la mañana pan hasta saciaros, porque
Jehová ha oído lo que habéis murmurado contra él; pues ¿qué somos nosotros?
Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová.
9 Luego dijo
Moisés a Aarón:
—Di a toda la
congregación de los hijos de Israel: “Acercaos a la presencia de Jehová, porque
él ha oído vuestras murmuraciones.”
10 Mientras
Aarón hablaba a toda la congregación de los hijos de Israel, ellos miraron
hacia el desierto, y vieron que la gloria de Jehová aparecía en la nube. 11 Y
Jehová dijo a Moisés:
12 —Yo he oído
las murmuraciones de los hijos de Israel. Háblales y diles: “Al caer la tarde
comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan. Así sabréis que yo soy
Jehová, vuestro Dios.”
13 Al llegar la
tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento, y por la mañana
descendió rocío alrededor del campamento. 14 Cuando el rocío cesó de descender,
apareció sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como
escarcha sobre la tierra. 15 Al verlo, los hijos de Israel se dijeron unos a
otros: «¿Qué es esto?», porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo:
—Es el pan que
Jehová os da para comer. 16 Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él
cada uno según lo que pueda comer, un gomer por cabeza, conforme al número de
personas en su familia; tomaréis cada uno para los que están en su tienda.
17 Los hijos de
Israel lo hicieron así, y recogieron unos más, otros menos. 18 Lo medían por
gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido
poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer.
19 Luego les
dijo Moisés:
—Ninguno deje
nada de ello para mañana.
20 Pero ellos
no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron algo para el otro día; pero
crió gusanos, y apestaba. Y se enojó con ellos Moisés.
21 Lo recogían
cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol
calentaba, se derretía. 22 En el sexto día recogieron doble porción de comida,
dos gomeres para cada uno. Todos los príncipes de la congregación fueron y se
lo hicieron saber a Moisés. 23 Él les dijo:
—Esto es lo que
ha dicho Jehová: “Mañana es sábado, el día de reposo consagrado a Jehová; lo
que tengáis que cocer, cocedlo hoy, y lo que tengáis que cocinar, cocinadlo; y
todo lo que os sobre, guardadlo para mañana.”
24 Ellos lo
guardaron hasta el día siguiente, según lo que Moisés había mandado, y no se
agusanó ni apestó. 25 Entonces dijo Moisés:
—Comedlo hoy,
porque hoy es sábado dedicado a Jehová; hoy no hallaréis nada en el campo. 26
Seis días lo recogeréis, pero el séptimo día, que es sábado, nada se hallará.
27 Aconteció
que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a recoger, y no hallaron
nada. 28 Y Jehová dijo a Moisés:
—¿Hasta cuándo
os negaréis a guardar mis mandamientos y mis leyes? 29 Mirad que Jehová os dio
el sábado, y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Quédese, pues,
cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día.
30 Así el
pueblo reposó el séptimo día.
31 La casa de
Israel lo llamó «maná»; era como una semilla de culantro, blanco, y su sabor
como de hojuelas con miel.
32 Después dijo
Moisés:
—Esto es lo que
Jehová ha mandado: “Llenad un gomer de él y guardadlo para vuestros
descendientes, a fin de que vean el pan que yo os di a comer en el desierto,
cuando yo os saqué de la tierra de Egipto.”
33 A Aarón dijo
Moisés:
—Toma una
vasija, pon en ella un gomer de maná y colócalo delante de Jehová, a fin de que
sea guardado para vuestros descendientes.
34 Aarón lo
puso delante del Testimonio para guardarlo, tal como Jehová lo mandó a Moisés.
35 Así comieron
los hijos de Israel maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra
habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de
Canaán.
36 Un gomer es
la décima parte de un efa.